Tomado de «Guía Litúrgica Verbum Dei». Domingo 12 de Enero, 2020.
Estamos ya en el tiempo ordinario del año cristiano: el tiempo en el cual -excepto el blanco de hoy- el color verde nos invita a caminar en la esperanza durante todo el 2020, pero también a ser misioneros de Cristo Vida del mundo, en todo momento y lugar. La Palabra de Dios señala al que hoy se bautiza en el Jordán: el siervo del Señor, al que tiene su Espíritu, y viene no para terminar de arruinar la humanidad, «ni rompe la caña rajada, ni apaga la mecha que aún humea». ¡Vayamos con Él al mundo para llevar alivio y no ruina, levantamiento espiritual y no condena! (Papa Francisco).
En la escena de Hechos de los Apóstoles, cuando Pedro bautiza a Cornelio y a toda su casa, se nos revela a un «Dios sin distinciones» capaz de entrar en la casa de un centurión romano, no solo pagano sino enemigo oficial del pueblo elegido. En la escena del Jordán, Cristo aparece entre todos los que reciben el bautismo o «baño» de arrepentimiento. Él, que no es el Santo de Dios (Marcos 2, 1ss). Ante la negativa de Juan a darle ese bautismo, Cristo pide que se cumpla la voluntad de Dios que no era otra que: mientras todos dejaban sus pecados en el agua, Él entra a tomar los pecados de todos (San Gregorio Nacianceno). ¡Gracias Señor, Jesús, tu bautismo nos da vida, nos hace hijos de Dios!
Recordemos que al bautizarnos, la Santísima Trinidad nos adopta como familia suya. En una nación donde abunda el error protestante de no bautizar a los niños, en una sociedad que «deja para después» ese regalo de vida, recordemos que el Bautismo nos une a Cristo, nos libra de la muerte, nos hace parte de la Familia de Dios y sobre todo nos pone en el camino de la misión, ese camino que se ha de vivir cada día en cualquier ambiente de trabajo, estudio, familia, donde no hemos de esconder la Fe sino de actuar desde nuestra identidad de parte del Cuerpo de Cristo, enviados suyos gracias al baño de la vida eterna que de forma sencilla, sin necesidad de viajes extraños a ríos o lagos lejanos, nos dió un día el Sacerdote que nos bautizó.
Escrito por: Mons. Víctor Hugo Palma