Jesús fue, y sigue siendo, un regalo para nosotros. El mayor regalo que nos hizo el Padre: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su propio Hijo” (Jn 3,16). Nunca terminaremos de agradecer al Padre el habernos regalado a su Hijo, a su amado Hijo.

Jesús, todo él, fue un regalo: sus enseñanzas, sus ejemplos, sus hechos, toda su persona. Pero sus regalos más bellos Jesús los reservó para los días de su Pascua, es decir para los días de su pasión, muerte y resurrección. Aquí se los recuerdo.
Durante la última Cena:
- Nos regaló el mandamiento nuevo, “su mandamiento”, que lo resume todo: Ámense unos a otros como yo los he amado (Jn 13,34).
- Nos regaló la Eucaristía: Tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes (Lc 22,19).
- Nos regaló el sacerdocio ministerial, encargando a los apóstoles: Hagan esto en memoria mía, hasta que yo vuelva (1Co 11,24.26).
- Nos hizo la promesa del paraíso: En la Casa de mi Padre hay muchas mansiones; voy a prepararles un lugar; luego volveré para llevarlos conmigo (Jn 14,2-3).
Estando clavado en la Cruz:
- Nos regaló a su propia Madre, la virgen María: Mujer, ahí tienes a tu hijo… Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa (Jn 19,27). No somos huérfanos.
En la tarde de su Resurrección:
- Nos regaló el don de la paz, saludando a sus apóstoles así: La paz esté con ustedes (Jn 20,19). Regalo que ya les había prometido en la última Cena: La paz les dejo, mi paz les doy (Jn 14,27). Tengan valor: yo he vencido al mundo (Jn 16,33).
- Nos regaló el don de la alegría: Al verlo, fue tal el gozo que no acababan de creer (Lc 24,40). Se lo había prometido en la última Cena: Ustedes ahora están tristes, pero volveré a visitarlos y se llenarán de alegría (Jn 16,22).
- El don del Espíritu Santo: Sopló sobre ellos y añadió: Reciban el Espíritu Santo (Jn 20,22). Era el regalo pascual por excelencia. Durante la última Cena se lo había prometido cinco veces: el Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad, el Defensor.
- El don del perdón de los pecados: A quienes les perdonen los pecados les quedarán perdonados (Jn 20,23). Gran regalo: el perdón tan a la mano.
Antes de subir al Cielo:
- El regalo de Pedro como pastor de la Iglesia. Pedro, apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas (Jn 21,15-17); hazte cargo de la comunidad. Lo que tú ates en la tierra quedará atado en el cielo. Hoy se llama “papa Francisco”.
- La misión de enseñar a todos: Vayan y enseñen a todos los pueblos (Mt 28,19). ¡Menuda misión!
Su misma presencia para siempre: Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo (Mt 28,20). Se nos dio a sí mismo en regalo.
Recibamos, agradezcamos, apreciemos, aprovechemos, compartamos esos regalos.
P. Sergio Checchi