(Por Mari Patxi Ayerra, tomado de www.boletinsalesiano.info)
Estoy vacío, Señor, mejor dicho, estoy lleno de mí, de mis prisas, de mis preocupaciones, de mis enfermedades, de mis quehaceres y de los míos. Me presento ante ti como cuenco vacío, para que me llenes de tu amor. Me presento ante ti como barro fresco, para que me des forma de nuevo. Me presento ante ti como cuaderno usado, para estrenar página nueva contigo. Me presento ante ti, lleno de mi, para que me vacíes y seas tu la presencia que me habita en el fondo. Me presento ante ti, aunque apenas te tengo presente, para que tú me invadas, me envuelvas, me lleves de la mano.
Tú, Señor, estás más interesado en mi vida que yo mismo. Tú, Señor, tienes más proyectos para mi de los que yo pueda soñar. Tú, Señor, me sosiegas el alma, me llenas de tu paz y me pones en marcha hacia los otros, mis hermanos.
Vacíame por dentro, acoge tú mis fragilidades, mis miedos, pequeñeces e incoherencias; esas que saves tú me desazonan y quédate a mi lado, renuévame por dentro.
Cambia la palabra de mi boca en caricia, en comprensión, en buena noticia. Cambia mis oídos llenos de ruidos y críticas en una atención acogedora.
Cambia mis ojos curiosos en una mirada misericordiosa y contemplativa. Cambia mis manos activistas en unas que acompañen y construyan vida. Cambia mis pies veloces y estrenados en otros rápidos en busca del hermano. Cambia mi cabeza llena de agobios en una sosegada y solidaria. Cambia mi corazón distraído y frívolo en una nuevo que te busca, te encuentra… y te disfruta.
Me presento ante ti vacío, solo tú puedes cambiarme. Señor, envuélveme en tu amor. Renuévame por dentro.