Por: Padre Sergio Checchi, SDB
San Juan Bosco (sus muchachos lo llamaban ‘Don Bosco’, y así pasó a la tradición) fue, y sigue siendo, un regalo de Dios al mundo: a los jóvenes, a los padres, a los educadores, a la sociedad, a la Iglesia; y en modo especial a América Latina.
Su vida es sorprendente: ¿quién hubiera esperado que un niño campesino y huérfano, sin medios económicos, llegara a ser sacerdote, excelente educador, escritor fecundo, creador de centros educativos, fundador de Institutos religiosos, constructor de iglesias monumentales, impulsor de misiones, mediador entre el Gobierno y el Vaticano, famoso ya en vida, santo de la Iglesia católica, amado y respetado incluso en países no cristianos?
Juanito había nacido el 16 de agosto de 1815 en el norte de Italia, en un pequeño caserío del municipio de Castelnuovo (hoy ‘Castelnuovo Don Bosco’) a 30 km de Turín, la capital. Le tocó en suerte una madre poco común, Margarita: campesina y analfabeta (como todas en su tiempo), pero profundamente cristiana y excelente educadora, que formó sabiamente a su hijo y, más tarde, lo acompañó durante diez años como ‘mamá’ de los muchachos de Don Bosco.
El Señor había dotado a Juanito de fantasía y creatividad, voluntad tenaz, una memoria prodigiosa y gran capacidad de simpatía, amistad y liderazgo. A esas cualidades de naturaleza, Juanito añadía un gran sentido religioso y moral, que Margarita supo infundir en él. A los diez años ya era un pequeño apóstol en su aldea.
Por muchos factores (pobreza, distancia, oposiciones) tardó en iniciar formalmente los estudios. Pero el ideal lo tenía claro, y la fuerza de su voluntad le permitió recuperar el tiempo y llegar, aún joven, al sacerdocio. Las dificultades encontradas resultaron incluso providenciales, porque las aprovechó para aprender diversos oficios y habilidades, que más tarde le serían muy útiles. Durante esos años siguió siendo líder y apóstol entre sus compañeros.
Prosiguió sus estudios en el Seminario, siempre apreciado por compañeros y superiores. Y, una vez ordenado sacerdote (en junio de 1841), siguió su formación, durante tres años, en Turín, estudiando teología moral y entrenándose en las prácticas pastorales (predicación, catequesis, confesiones). En esos años conoció las periferias de la ciudad, las cárceles, y la triste situación de la juventud migrante, pobre y en riesgo.
Llevaba seis meses de Misa cuando tuvo el famoso encuentro con uno de esos muchachos, Bartolomé Garelli. Era el 8 de diciembre de 1841, fiesta de la Inmaculada. Allí nació el “Oratorio”, su obra más característica.
El Oratorio: ¿qué era? Reuniones dominicales de los muchachos con Don Bosco. ¿Dónde? Donde podía. ¿Qué se proponía él con eso? Alejarlos de la vagancia, de la marginación, de los peligros morales, de la ignorancia religiosa. ¿Qué actividades se llevaban a cabo en el Oratorio? Había juegos, clima de acogida, un ambiente seguro, mucha religión; y, sobre todo, la presencia de Don Bosco.