Por: Padre Gabriel Romero, SDB
Las celebraciones de la Semana Santa representan la forma más expresiva de la fe cristiana concentrada en un momento del Año Litúrgico. Cada gesto, cada signo, cada palabra posee un fuerte carácter sacramental, es decir, posee un significado que definitivamente debe tocar la profundidad de la vida del creyente, de manera que al final ya no somos los mismos de antes sino realmente somos personas nuevas, poseemos en nuestras manos una vida nueva y debemos movernos con gozo, esperanza y valentía hacia la novedad de la Vida según el modelo de Cristo.
Ciertamente, el corazón de todo esto se concentra en lo que llamamos Misterio Pascual.
Por ser misterio no debe representar un problema para el hombre. Todo lo contrario, debe representar una realidad que le abarca, que le supera, como si se abriera un horizonte cada vez más amplio y nos entregáramos a conocerlo y a experimentarlo. Por eso tiene sentido que, de frente al Misterio, nos dejemos abrazar por él y descubrir su potencia y su valor.
Y pascua significa “paso”, es decir, la Pascua no es un movimiento retroactivo, es una realidad que implica camino…y el camino se anda hacia adelante. La vida se vive hacia adelante. La vida siempre es propuesta. La Pascua es una gracia. Es Dios quien, amándonos, nos propone dar el paso hacia una realidad más buena, más verdadera, más grande, más bella de aquella que, en medio de las circunstancias de la vida, nos acostumbramos aburridamente a vivir. La peor de esas circunstancias es el pecado. El pecado es la muerte del hombre, es decir, expresa lo más dañino y enfermizo de nuestra realidad. Muchas veces lo aceptamos como algo normal, o no rehuimos de él, o simplemente nos entregamos a él…pues la Pascua es la forma en que Dios nos ice que odia l pecado, porque Dios odia lo que nos hace daño a nosotros y no permitirá que el pecado y que la muerte triunfen. Con la Pascua de Nuestro Señor Jesucristo, Dios, nuestro Padre, ha dejado claro que la muerte no tiene la última palabra, que la muerte nunca vence, que el mal no obtendrá jamás la victoria.
¡Demos el paso! Déjemos que este Misterio nos muestre otra forma de vivir, aceptémoslo en el corazón y hagámoslo vida en nuestra vida.