En Guatemala existen buenos pensadores, intelectuales, personas que reflexionan y escriben. Pero a nuestro pueblo, más que reflexiones e ideas abstractas, le gustan cosas concretas, cosas que se ven y se tocan. Así es nuestra psicología.
Una prueba es que las iglesias se llenan cuando en la celebración la gente puede ver, tocar, sentir algo concreto. Por ejemplo, el ‘Miércoles de Cenizas’, cuando el sacerdote traza una cruz en nuestra frente y nos deja una marca de ceniza. O el ‘Domingo de Ramos’, cuando el sacerdote bendice los ramos y los distribuye a los fieles. Y siempre que el sacerdote bendice a un grupo de personas, ellas quieren sentir las gotitas de agua sobre su cabeza; si no, les parece que no les llegó la bendición.
Se sabe que lo importante del Miércoles de Ceniza es iniciar juntos un serio camino cuaresmal, aunque por algún motivo no pudiéramos recibir la ceniza. Se sabe que lo importante del Domingo de Ramos es unirnos a Jesús en su pasión y resurrección, aunque no nos hubiera tocado un ramo bendecido. Se sabe que lo importante de una bendición es la súplica confiada y la certeza de que Dios nos escucha y protege.
Así es nuestra psicología: nos gusta ver y tocar, sentir y gustar. Y Dios, que sabe como estamos hechos, se adapta a nuestro gusto. Por eso nos envió a Su Hijo, ‘palabra’ eterna del Padre, en ‘carne’ humana, para que lo pudiéramos ver y tocar. Y por eso Jesús, para dejarse entender, nos habló no con conceptos abstractos como hacen los filósofos, sino con parábolas, palabras sencillas y gestos de amor. Y por eso el mismo Jesús, para invitarnos a unirnos a él, se nos dio bajo la forma del pan eucarístico y nos invitó a comerlo. Y por eso la madre Iglesia, que aprendió de Jesús, celebra los sacramentos de nuestra salvación con gestos sensibles y elementos materiales: el agua en el Bautismo, el bálsamo en la Confirmación, la mano en la cabeza del penitente en la Confesión, el pan y el vino en la Eucaristía, la Unción con óleo para los enfermos graves, los anillos para el Matrimonio…
A pesar de eso, no nos contentemos el Miércoles de Cenizas con recibir la ceniza: comencemos en serio el camino de conversión cuaresmal. No nos contentemos el Domingo de Ramos con llevar a casa un ramo bendecido: vivamos santamente la semana de la pasión y resurrección de Jesús. No nos contentemos con mirar las procesiones: saquemos fruto de los ejemplos y enseñanzas de Jesús. No nos contentemos con llevar a la fuente bautismal al niño vestido de blanco: renovemos nuestro compromiso de vivir día a día nuestras promesas bautismales.
P. Sergio Checchi