Por: Padre Sergio Checchi, SDB (Tomado de la Conferencia «Don Bosco y la Misión Salesiana»)
Dentro de la opción por los jóvenes, hizo Don Bosco una opción más específica: los «jóvenes pobres, abandonados y en peligro», que es como decir los muchachos del pueblo, los más necesitados, los más desatendidos, los más expuestos. Cuando, joven sacerdote, Don Bosco daba sus vueltas por la periferia de Turín, salía a su encuentrto, se acercaba a ellos, se los hacía amigos, los invitaba al Oratorio.
Eran pequeños inmigrantes, ayudantes de albañil, picapedreros, limpiachimeneas, mocitos de cafeterías o de barberías, algunos eran huérfanos, algunos hasta ladronzuelos, ignorantes en cosas de religión. Reflexionaba Don Bosco: «Ellos no son malos, pero el abandono en que viven, el descuido de sus padres, la ociosidad, las malas compañías…; si siguen allí, si nadie hace nada por ellos, serán seguras víctimas del vicio, o de la delincuencia, o de las sectas; pueden ser manipulados por adultos sin conciencia; estarían expuestos a la miseria, al materialismo, a ideologías revolucionarias. Estos muchachos necesitan verdaderamente una mano bienhechora que cuide de ellos, los cultive, los lleve a la virtud y los aleje del vicio».
Al inicio de 2007 alguien preguntó a Don Pascual Chávez: «¿Quiénes son hoy los verdaderos muchachos pobres?». El Rector Mayor contestaba con cinco páginas conmovedoras, que deberíamos releer. Entre otras cosas escribía: «En estos últimos treinta años la realidad de la pobreza, sobre todo juvenil, se ha ido haciendo más global y dramática, como consecuncia de factores económicos, culturales, estructurales y humanos, hasta convertirse en una cultura de no-solidaridad y de exclusión… Son las ‘nuevas pobrezas’ de los jóvenes, las situaciones de abandono en que se pueden encontrar o caer». Luego seguía: «He aquí un mapa de la marginación y de la explotación juvenil en el mundo: los muchachos de la calle, los muchachos-soldados, los muchachos violados, los muchachos obreros o esclavos, los muchachos ‘nadie’, los muchachos encarcelados, los muchachos donadores forzados de órganos y los mutilados, los muchachos pobres y marginados, los muchachos de las alcantarillas y los errantes, los muchachos enfermos, los muchachos refugiados y huérfanos». Y después de describir con rasgos conmovedores cada categoría, concluía: «Tanta desgracia solicita las conciencias de todos», y pasaba a considerar cuál ha sido y cuál debe ser la respuesta salesiana hoy.